Interesante estudio, que demuestra una vez mas, que todas las personas son diferentes y la mejor manera de cuidar y currarnos es conocer bien nuestro cuerpo, sus particularidades y necesidades. Espero que os sirva. Saludos. Key Christov “La relación entre cafeína e hipertensión arterial tiene un largo recorrido de décadas durante el cual se han entremezclado mitos y medias verdades con estudios que muchas veces decían una cosa y al cabo de unos años la contraria. El gran problema ha sido muchas veces el "universo" sobre el que se realizaba el estudio, es decir la cantidad de personas que entraban en él y cuál era su perfil: si fumaban bebían, tomaban además refrescos azucarados, grasas saturadas, etc. A medida que este "universo" se ha ido ampliando en número de personas y los hábitos de las mismas se han perfilado mejor, se ha visto que la relación entre café e hipertensión es más un "depende" que un sí o un no. Por ejemplo, depende de la cantidad de tazas que nos tomemos, pero también de que tengamos un determinado tipo de genes u otros para fabricar las enzimas que digieren y metabolizan la cafeína. En principio, es conocido desde hace mucho tiempo el efecto que tiene la cafeína, y otros compuestos no tan mayoritarios del café como la hidroxy hidroquinona, sobre la tensión arterial: la aumentan. Ahora bien, este es un aumento momentáneo y solo tiene efecto mientras la concentración de la cafeína en la sangre tenga ciertos valores altos. A medida que las enzimas que metabolizan la cafeína actúan, la presión arterial regresa a sus valores originarios.
Así, si no abusamos, podremos volver sin problemas a los niveles de presión normales. Ahora bien, si somos de la estirpe del gen que fabrica la enzima alternativa CYP1A2*1F, metabolizaremos más lentamente la cafeína de la sangre y por tanto mantendremos niveles altos durante mayor tiempo. Las personas que tienen este gen, por tanto, sí pueden ver reflejado su consumo de cafeína en un estado hipertenso sostenido. Al menos esta es la explicación que dio en 2007 un equipo de la Universidad de Toronto al descubrimiento del epidemiólogo Mark Hamer en 2006, que analizó miles de expedientes médicos y concluyó que no se podía correlacionar de modo general el café con el aumento de problemas cardiovasculares. Según esta teoría, el riesgo cardiovascular podía quizás ser mayor en los individuos de la estirpe CYP1A2*1F, aunque podían intervenir otros factores que hicieran el café más aconsejable -vida sana- o menos -tabaco, alcohol, azúcares, etc. Para apuntalar su teoría, los investigadores de la Universidad de Toronto estudiaron a 2.000 personas que habían sufrido un ataque cardíaco y otras 2.000 sanas en el aspecto cardiovascular. De todas ellas se hizo un perfil de hábitos y un análisis genético para ver a qué estirpe genética pertenecían respecto a la CYP1A2. El estudio concluyó que las personas con CYP1A2*1F que toman tres tazas de café al día de 250 mililitros, tienen un 36% más de probabilidades de sufrir un ataque cardíaco que las que solo toman una. Si la ingesta entre este grupo subía a cuatro tazas, el riesgo de infarto de disparaba en un 64%. Y era incluso mayor entre los menores de 60 años que entre los mayores.
. . El motivo de este fenómeno se desconoce todavía hoy, aunque se relaciona con la presencia de diversos compuestos vegetales antioxidantes en el café, si bien es cierto que también los tienen que provocan procesos inflamatorios. Posteriormente, en los últimos años diversos estudios han venido a rubricar los supuestos efectos protectores de dos o tres tazas de café para la salud cardiovascular, incluso por delante de las personas que no toman café. El más destacado y sorprendente de todos fue el que el año pasado se realizó sobre más de medio millón de historiales médicos procedentes del Estudio prospectivo europeo sobre dieta, cáncer y salud (EPIC).
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Febrero 2019
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