Key Granate
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Las parábolas, los proverbios, los refranes  recogen la sabiduría milenaria de los pueblos,  siendo una fuente interminable de inspiración y motivación.

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Un hombre estaba poniendo flores en la tumba de un pariente, cuando ve a un japonés poniendo un plato de arroz en la tumba vecina. El hombre se dirige al japonés, y le pregunta:  

- 'Disculpe señor, pero ¿cree usted que de verdad el difunto comerá el arroz?  
- 'Si', respondió el japonés... 'Cuando el suyo venga a oler sus FLORES.'  


Respetar las opciones del otro, es una de las mayores virtudes que un ser humano puede tener. Las personas son diferentes, actúan diferente  
y piensan diferente.
No juzgues. Intenta comprender.
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​Las tres rejas
El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa de éste y le dice:
- Oye maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia.....
- !Espera! - lo interrumpe el filosofo - ¿ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
- ¿Las tres rejas?

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- Si. La primera es la verdad. ¿Estas seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
- No. Lo oí comentar a unos vecinos.
- Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?.
- No, en realidad no. Al contrario...
- !Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
- A decir verdad, no.
- Entonces, dijo el sabio sonriendo
- Si no sabemos si es verdad, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.


                                                                                               El Papel Arrugado
     Contaba un predicador que, cuando era niño, su carácter impulsivo lo hacía estallar en cólera a la menor provocación.Luego de que sucedía, casi siempre se sentía avergonzado y batallaba por pedir excusas a quien había ofendido.

     

​     
Un día su maestro, que lo vio dando justificaciones después de una explosión de ira a uno de sus compañeros de clase, lo llevó al salón, le entregó una hoja de papel lisa y le dijo:        
     ¡Arrúgalo! El muchacho, no sin cierta sorpresa, obedeció e hizo con el papel una bola. 
     Ahora —volvió a decirle el maestro— déjalo como estaba antes.
     Por supuesto que no pudo dejarlo como estaba. Por más que trataba, el papel siempre permanecía lleno de pliegues y de arrugas.

     Entonces el maestro remató diciendo:
     El corazón de las personas es como ese papel. La huella que dejas con tu ofensa será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.

 


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     Así aprendió a ser más comprensivo y más paciente, recordando, cuando está a punto de estallar, el ejemplo del papel arrugado.

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Antes de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu casa.

Un científico, vivía con preocupación todos los problemas del mundo.
Estaba decidido a encontrar por todos los medios una solución.Pasaba días en su laboratorio, en busca de respuestas.
Cierto día, su hijo de 7 años, invadió su lugar de trabajo, dispuesto a ayudarle a encontrar esa ansiada solución.
El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lugar.
Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiera distraer su atención:
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​Encontró una revista, donde había un mapa del mundo, ¡justo lo que precisaba!
Con una tijera, recortó el mapa en varios pedazos y se los entregó al niño con un rollo de cinta, diciendo: Hijo, como te gustan tanto los rompecabezas, te voy a dar el mundo en pequeños pedazos, para que lo repares.
El científico pensaba, quizás se demoraría meses en resolverlo, o quizás nunca lo lograse, pero por lo menos, le dejaría tranquilo por un tiempo; pero no fue así.
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​Pasada algunas horas, escuchó la voz del niño: "Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo".
Al principio el padre no dio crédito a las palabras del niño. ¡No puede ser, es imposible que a su edad, haya conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes!Levantó la vista de sus anotaciones, con la certeza de que vería un trabajo digno de un niño.
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Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había sido capaz?
-"Hijo, tú no sabías cómo es el mundo, ¿cómo lograste armarlo?"
-"Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi del otro lado la figura de un hombre. Así que le di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era.
Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y me di cuenta que había arreglado al mundo."

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Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. El culpable era una persona muy influyente del reino, y por eso desde el primer momento se procuró hallar un chivo expiatorio para encubrirlo. 

El hombre fue llevado a juicio y comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la horca. El juez, aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener todas las apariencias de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado: “Conociendo tu fama de hombre justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles separados las palabras 'culpable' e 'inocente'. Tú escogerás, y será la Providencia la que decida tu destino”. Por supuesto, el perverso funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: “Culpable”. La víctima, aun sin conocer los detalles, se dio cuenta de que el sistema era una trampa. Cuando el juez lo conminó a tomar uno de los papeles, el hombre respiró pro-, fundamente y permaneció en silencio unos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y, con una sonrisa, tomó uno de los papeles, se lo metió a la boca y lo engulló rápidamente.

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Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon. —Pero, ¿qué ha hecho? ¿Ahora cómo diablos vamos a saber el veredicto? —Es muy sencillo —replicó el hombre—. Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué. Debieron liberar al acusado, y jamás volvieron a molestarlo. 


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​"Para fortalecer el corazón, no hay mejor ejercicio que agacharse para levantar a los que están caídos." 
                                                                                                                                                                       Proverbio árabe.




     Un libro abierto es un cerebro que habla;            cerrado un amigo que espera;
   olvidado, un alma que perdona;
   destruido, un corazón que llora.
​                                                        
​                                                   Proverbio hindu

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En Japón, en un pequeño poblado no muy lejos de la capital vivía un viejo samurai. Un día, cuando él instruía a sus aprendices, se le acercó un joven guerrero conocido por su rudeza y crueldad. Su forma de ataque favorita era la provocación: él sacaba de sus casillas a su oponente, y cuando aquél ya estaba cegado por la ira y cometía errores en la pelea, el otro, tranquilo, comenzaba a pelear, ganandole con facilidad.
El joven guerrero empezó a insultar al viejo, le lanzaba piedras, lo escupía y le decia las peores palabras que conocía. Pero el viejo se quedó ahí, quieto como si no ocurriese nada y continuó con su enseñanza. Al final del día, el joven guerrero, cansado y enfurecido, se fue a casa.
Los aprendices, soprendidos de que el viejo samurai hubiese soportado tantos insultos, le preguntaron:
— ¿Por qué no peleaste con él? ¿Tenías miedo de la derrota?
El viejo samurai respondió
— Si alguien se acerca con un regalo, pero tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece el regalo?
— A quién lo traía — respondió uno de sus discipulos
— Lo mismo ocurre con el odio, la envidia y las malas palabras. Hasta que no las aceptas, le pertenecen a aquél que las traía

      Cada mañana, en el corazón del África,
una gacela abre sus ojos.
      Sabe que debe correr más rápido
que el más veloz de los leones;
de lo contrario, este será su último día de vida.
      Cada mañana, en el corazón del África,
un león se despierta.
      Sabe que debe correr más rápido
que la más lenta de las gacelas,
o de lo contrario, morirá de hambre.

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Puede que seas león, o puede que seas gacela…Pero lo más importante es que el amanecer
ya te encuentre corriendo.



¡Nos encantaría que nos visitaras pronto!


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